domingo, 12 de diciembre de 2010
Cuento para despertar
Sabía que era un sueño, así que me tenía que dar prisa en jugar, porque en nada me iba a despertar y ya no volvería a jugar como antes.
Sócrates ,gato,venía conmigo, la tormenta era cada vez más terrible y teníamos que buscar un sitio para resguardarnos o moriríamos ahogados.
Juro que había auroras boreales si quería, y en aquél iglú nos mantuvimos calientes, hasta que nos dimos cuenta de que no hacía frío.
Y a veces desayunábamos alitas de pollo y nuestros sándwiches especiales.
Allí conocemos todas las constelaciones y los 200.000 millones de soles de la vía láctea y por la noche bebemos chocolate caliente, y nos acurrucamos bajo una manta aterciopelada.
Nos sumergimos en el agua, y podemos respirar bajo ella, y descubrir nuevos mundos submarinos y especies. A mí me gustaban los gobios y a él los bonitos. Y los bebés belugas.
Y yo le veo observando algas coloridas y arrecifes de corales, que le fascinan, y se los quiere comer.
Y si me apetece, me permite tener cola de sirena y nadamos más rápido y después... me deja ser libre. Me deja volar. Y transformarme en gato, jugar.
Me gusta hacerme la interesante paro que me explique las mil y una preguntas que tengo sobre el universo.
Pero ha sonado el despertador, me ha venido un soplo de raciocinio y cruel responsabilidad de este periodo de exámenes, y por un momento, había vuelto a ser una niña en mis sueños.
Sólo son dos semanas,después, prometo volver a jugar, porque lo echo mucho de menos, y aunque muchas cosas hayan cambiado en mi, y quizás alguien más serio me está absorbiendo, sigo muriéndome por volver a sentir lo mismo que hace 10 años.
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